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¿Qué hacer cuando mis hijos(as) jóvenes no me escuchan?

El rebelde no busca sino el mal, y mensajero cruel será enviado contra él.” Proverbios 17:11


Lectura Bíblica: Proverbios 19:18-20; Colosenses 3:21


Propósito: Buscar en Dios la fuente de sabiduría y consejos que nos ayuden a educar y formar a nuestros hijos e hijas por el camino de verdad y bien, en su etapa de la juventud.


 

Introducción:

La familia fue instituida y establecida desde el principio de la creación del mundo, cuando Jehová Dios dijo: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Génesis 2:18). Y Dios los bendijo, y les dijo: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla" (Génesis 1:28). Posteriormente, "Adán conoció a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón" (Génesis 4:1). Vemos en el relato bíblico la primera familia que comenzó su existencia en la faz de la tierra, y desde entonces, hasta hoy, ha existido la familia.


¿Qué es la familia? Es un grupo de personas emparentadas que viven juntas. Una familia se establece cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio con el objetivo de procrear hijos e hijas, según el relato bíblico de Génesis.


Hermanas, el hecho de ser madres no consiste solo en traer hijos a este mundo, sino que cada pareja que decide tener hijos adquiere la responsabilidad de instruir a esos niños y prepararlos para cada etapa de su vida según van creciendo. Una buena enseñanza y un buen ejemplo les ayudarán a tener valores morales y una buena ética cristiana. Aprovechemos el tiempo en el cual nuestra influencia y ejemplo les ayudarán a crecer sanos, fuertes y con valores bíblicos. Si influenciamos sobre ellos, serán hijos(as) obedientes y nosotras estaremos orgullosas de ellos(as).


La etapa de la adolescencia siempre será muy dura; es en esta etapa donde empieza la rebeldía de los hijos(as) hacia los padres. En esta etapa, los hijos no entienden los cambios hormonales, su voz cambia, sus deseos los atraen, y sus cambios físicos muchas veces crean problemas, al igual que sus emociones. Debemos preguntarnos: ¿Cómo ayudarles en esta etapa de su vida? La respuesta es: acudiendo a Dios, poniéndolos en oración, enseñándoles con nuestro ejemplo, estando cerca de ellos, no dejando que otros les enseñen, y estando presentes en sus momentos tristes y alegres. Simplemente, aprendamos a ser sus mejores amigas, ya que si no lo somos, alguien más lo será, y esa persona les enseñará lo que a nosotras correspondía hacer. Hoy tenemos la decisión en nuestras manos, no mañana; el mañana no es nuestro, y puede que mañana sea demasiado tarde.


Según estudios realizados, hay varias razones por las que un joven tiende a no escuchar a sus padres:

  1. Por el cambio neurológico que les hace una limpia de los patrones anteriormente aprendidos.

  2. La necesidad de definir un yo, para lo cual deben quitar de sí todo lo que les identifique como de otros.

  3. En una búsqueda de aceptación social, buscan adoptar más patrones sociales para encajar, desprendiéndose de los patrones familiares.

  4. La presión mediática posmoderna que busca desligar a los niños de la cultura familiar.

Ahora bien, ¿qué hacer cuando tenemos jóvenes con esas actitudes? ¿Cómo influir positivamente en sus decisiones ahora que ya son jóvenes? En Proverbios 22:6 dice: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él". En esta etapa de la vida de nuestros hijos es donde tenemos la oportunidad de ganarnos su corazón, respeto y confianza. Debemos trabajar muy duro para influir en su vida. Es como el entrenamiento previo a un juego de fútbol: durante el entrenamiento podemos corregirlos y guiarlos, pero una vez estén en el juego, solo queda esperar a que pongan en práctica lo que les enseñamos, y estar ahí para ellos en sus triunfos o derrotas.


Para que nuestros hijos nos entreguen su corazón conforme crecen y tengan la confianza de contarnos sus problemas, debemos haber hecho nuestro trabajo desde su niñez. Si queremos comenzar a instruirlos en la juventud, será muy difícil hablar con ellos sobre temas morales o corregirles algo, porque ya no nos escucharán. El problema no es nuestra manera de pensar, sino cómo enfrentamos esa situación. Seamos razonables, amorosos, pacientes y oremos a Dios para que nos dé sabiduría para abrir un camino de comprensión y cooperación, no de confrontación.


Ahora ya no son niños a los que castigábamos con facilidad; ahora son jóvenes que pronto serán adultos. En Eclesiastés 9:16 dice: "Mejor es la sabiduría que la fuerza". Muchas veces intentamos que nuestros hijos nos escuchen a gritos, regaños, insultos, o incluso golpes, pero eso no funciona. Si ha tratado de hacerlo así y ellos aún no lo escuchan, quizás el problema somos nosotros: cómo les hablamos, cómo queremos que nos escuchen, cómo los tratamos cuando se equivocan, olvidando que nosotros también fuimos jóvenes.


Es más fácil comprenderlos sabiendo que un día también pasamos por esta etapa. Ellos están comenzando a comportarse como adultos, lo cual les causa problemas, y allí debemos estar como padres, prestos a ayudarles. Si nuestra manera de corregirlos no ha estado funcionando, es hora de buscar otras alternativas. Recordemos que la relación produce acceso y la intimidad produce influencia. Podemos influir mucho más en ellos cuando les hablamos amorosamente y pacientemente, tratando de comprenderlos, en una relación íntima con ellos.


Colosenses 3:21 nos da un consejo: "Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten". Exasperar significa no lastimarlos, irritarlos, enfurecerlos o darles motivos de enojo. Recordemos que en esta etapa van a comenzar a vivir una vida completamente diferente a la que tuvieron cuando eran niños; van a empezar a formar su carácter para prepararse para la adultez.


Una relación con ellos no se produce de la noche a la mañana; se construye poco a poco. Desde el embarazo tenemos que construir esa relación y conexión con ellos. Si queremos mejorar esta situación en casa, podemos lograrlo con paciencia, respetando los ritmos y límites de nuestros hijos, y aceptando que ahora tienen su propia opinión, que en ocasiones es muy diferente a la nuestra. Si logramos una buena relación con ellos, nos será más fácil influir y hacer que nos escuchen y obedezcan, inculcándoles el temor y amor a Dios por sobre todas las cosas, que es lo primordial que debemos enseñarles.


Preguntas para estudio y enseñanza:

  1. ¿Por qué viene la rebeldía a nuestros hijos jóvenes?

  2. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos e hijas en su etapa de la juventud?

  3. ¿Qué ejemplo nos dio Jesús como hijo en esta etapa?

  4. ¿Qué nos aconseja Eclesiastés 9:16?

  5. ¿Hemos fallado en lo que nos dice Colosenses 3:21?


Conclusión:

Pidámosle a Dios en oración todos los días por nuestros hijos. Que nuestras oraciones siempre pongan a nuestros hijos delante del Dios Altísimo. Solo así tendremos esperanza de que, siendo depositados en las manos de Dios, estarán a salvo de todo mal y tentación. No basta con traer hijos al mundo; nuestro trabajo como padres es hasta la muerte. No desmayemos; Dios es justo y fiel, y un día veremos la misericordia de Dios sobre nuestros hijos e hijas. Paz a vosotras.


Etiquetas: adolescencia, amor, comprensión, confianza, consejos, corrección, disciplina, ejemplo, enseñanza, familia, influencia, instrucción, juventud, lecciones, oración, padres, paciencia, perdón, presión social, rebeldía, relaciones, respeto, responsabilidad, sabiduría, valores bíblicos, valores morales, vida cristiana, vínculos familiares

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