Artículo 07
Lo que la Palabra de Dios nos enseña con respecto a "El Espíritu Santo" es lo siguiente:
El Espíritu Santo es el Consolador que Jesucristo prometió enviar para que tomase su lugar en el corazón de los redimidos.
No es una persona, sino el poder vivificador que emana de Dios y de Cristo, a través del cual el Padre y el Hijo se manifiestan en el hombre.
Por el Espíritu Santo, Dios revela la verdad de las Sagradas Escrituras a los hombres, y les da poder para testificar de Cristo.
La prueba evidente de la presencia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes es la manifestación del fruto del Espíritu.
El Consolador Prometido por Jesús
Al aproximarse el tiempo en el cual nuestro Señor Jesucristo habría de ascender a los cielos, dijo: “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Juan 16:28). Más antes de ello prometió no dejar solos a sus discípulos, sino que enviaría al Consolador: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:15-17).
El Consolador vendría a ocupar el lugar de Jesús entre los suyos: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7).
¿Qué es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es el poder vivificador que procede de Dios, como también procede del Señor Jesucristo.
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11).
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Juan 15:26).
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).
A través del Espíritu Santo, Dios y Cristo se manifiestan en el ser humano. Jesucristo dijo en Juan 14:23: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Aquí Jesús promete a quien guarde su palabra, que él y el Padre vendrán a ser morada con él; pero Jesús no mencionó para nada al Espíritu Santo.
Sin embargo, preguntamos: ¿En realidad el Padre y el Hijo vienen personalmente al hombre? Desde luego que no, pero se manifiestan en el creyente a través del Espíritu Santo. El apóstol Pablo escribió en 1 Corintios 3:16: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”.
Dios el Padre está en el cielo y Jesucristo se encuentra a su diestra. Hechos 7:55-56 nos dice lo siguiente: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”.
Pero 1 Juan 3:24 nos dice: “Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. Dicho en otras palabras, Dios el Padre y su Hijo Jesucristo se encuentran en el trono celestial, y están presentes en la vida del cristiano a través del Espíritu Santo.
Jesús definió al Espíritu Santo como “potencia de lo alto”. “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49).
Función del Espíritu Santo
El Espíritu Santo revela la verdad de las Sagradas Escrituras: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13).
Y en Juan 14:26 también dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
Evidencia de Poseer el Espíritu Santo
La prueba real de que alguien posee el Espíritu Santo es cuando en la vida del creyente se refleja el fruto del Espíritu: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).
Si una persona posee estas cualidades, estamos seguros de que esa persona está llena del Espíritu Santo. Creemos fielmente estas palabras: “Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:9-16).
Es claro que para poseer el Espíritu Santo habrá que andar de acuerdo con la voluntad de Dios. Pues Él solo concede su Espíritu a quien le obedece: “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:32).
Jesús lo prometió específicamente a quien guarde sus mandamientos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:15-17).
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